Un joven adquirió una pequeña parcela. En el centro construyó una casa cómoda y acogedora. Por los lados y detrás colocó losetas y piedra natural, dejando la parte delantera con la tierra fértil que tenía la parcela cuando la compró.
Pronto comprobó que en esta zona de delante sólo crecían malas hierbas. El joven dedicaba todos los sábados, y algún día entre semana, a arrancar los matorrales y hierbajos, pero la lluvia y el sol eran malos aliados y por más que arrancara, las hierbas no dejaban de salir. Cansado de este trabajo tan estéril consultó con un agricultor.
El veterano agricultor miró sorprendido al joven y le recriminó: «¿Crees que sólo arrancando se combate el mal?. Planta aquello que te guste, que te embellezca el terreno, que sea incompatible con los matorrales y las malas hierbas. Trabaja igual todos los sábados, pero ahora abonando, podando, regando. Trabajarás, sí, pero te sentirás satisfecho viendo, tocando, oliendo aquello que te gusta».
METÁFORA DEL JARDÍN.
Esta metáfora la podemos aplicar en diferentes contextos, ya sea cuando tenemos un problema, dificultad o conflicto con algún familiar, amigo, compañero e incluso con nosotros mismos.
Tenemos la tendencia cuando nos encontramos ante estas situaciones, a centrarnos en lo negativo, en lo que falla, en lo que va mal y todas nuestras energías se encaminan en intentar erradicar o eliminar ese mal. Cuando comprobamos que cómo lo estamos haciendo no funciona y no conseguimos el resultado esperado, nos frustramos. Entonces ¿qué podemos hacer?.
En lugar de resaltar lo negativo que hay en nuestra relación con la otra parte, en lugar de centrar únicamente nuestra atención y tiempo en ese aspecto negativo, ¡demosle la vuelta! y, centrémonos cómo queremos que sea nuestra relación, qué cosas podemos hacer para mejorarlas, que podemos añadir, que podemos crear. También es nuestra responsabilidad.
En toda relación hay cosas positivas y negativas. Si nos centramos en los aspectos negativos de nuestras relaciones, pronto nos olvidaremos de prestarle atención a los positivos y estará abocada al fracaso. Cuando algo nos molesta de otra persona, nos causa malestar o sufrimiento, tenemos todo el derecho a decirlo, a mejorar la situación, no podemos dejarlo pasar por alto si realmente nos afecta y es importante para nosotros. No obstante, en la mayoría de las ocasiones, recriminamos, echamos en cara, resaltamos con el «siempre», «nunca», «todo» y «nada» y se nos olvida decir, cómo queremos que mejore, cómo concretamente, qué alternativas hay para mejorar, qué opciones para elegir.
¿Qué otras interpretaciones haríais? Os invito a comentar. 😉