Al hablar de los conflictos paterno-filiares, debemos tener en cuenta el contexto donde se desarrollan, la familia y, a la vez entendida ésta como modelo de socialización. Debido a esto, quiero hacer una reflexión sobre las características de la sociedad actual, donde se prima la inmediatez de refuerzos y sin esfuerzos, la baja tolerancia a la frustración, los modelos visuales en los diferentes medios de comunicación sobre valores efímeros, la vertiginosa velocidad en la que nos encontramos inmersos, la transformación y diversidad de estructuras familiares, la incorporación de las mujeres al mundo laboral, el escaso tiempo del que disponemos para nosotros mismo y los nuestros, la rutina en la que nos sentimos a veces atrapados, el individualismo imperante, etc, todo ello ha favorecido al crecimiento de tales conflictos.
No obstante, desde mi opinión, no debemos ser tremendistas ni pesimistas, ya que los conflictos y concretamente los paterno-filiares en la etapa adolescente, han existido y existirán siempre, siendo necesarios para un buen desarrollo tanto personal, familiar como social, ya que proporcionan la oportunidad de poner en práctica estrategias y hábitos (entendidas como saludables y adaptativos) que son fundamentales en cualquier aspecto de la vida. Ahora bien, se ha comprobado que las familias dentro de su patrón dinámico de comportamiento, pueden resolverlos adecuada y constructivamente ó de una manera menos fructífera y más destructiva. Aunque en la documentación consultada, se ha demostrado que los conflictos en esta etapa no son vividos por la mayoría de las familias como algo negativo ni pernicioso y gran parte de ellas saben solventarlas adecuadamente. Si es cierto que, debido a las características de la sociedad actual, lo que se está observando es un cambio en el modelo de relación paterno-filiar basada en la sobreprotección, confianza, libertad y permisividad; los cuales crean en los padres por un lado confusión e insatisfacción por la pérdida de la capacidad en la creación de normas y límites (valores familiares) vs. (valores sociales) de no autoritarismo, libertad, etc. (La cuestión es no confundir respeto a la autoridad con un modelo educativo autoritario), lo cual mal encauzado puede dar lugar a una “mala comunicación o nula comunicación” (una de las bases del conflicto).
En cuanto a la comunicación, en todos los estudios consultados, es entendida como un denominador común de fuente de conflicto (entre otras muchas variables). En relación al tipo de comunicación existente hoy en día en la familia, la conflictiva solo representa al 4%, pero las familias en situaciones de conflicto se encuentran entre un 20% y 15%. La comunicación actual que caracteriza a las familias, haciendo un símil, es a la de una pensión, es decir, los hij@s adolescentes tienen todo lo que necesitan en sus habitaciones, el ritmo de trabajo de los padres dificulta la comunicación porque casi no se ven, y cuando se ven la televisión sustituye a la conversación. Un aspecto también común en los artículos que tratan sobre la comunicación de los padres con sus hij@s adolescentes, es que las chicas son más comunicativas, tanto chicos como chicas tienen más comunicación con sus madres, en las chicas esta comunicación va en aumento con la edad, pero en los chicos se mantiene estable y, por otro lado tanto los chicos como las chicas hablan menos con el padre y se mantiene estable esta frecuencia con el tiempo. También se explica que las madres que son más inductivas, menos criticas en el comportamientos de sus hij@s, más pacientes y empáticas y asertivas, tienen menos conflictos con ellos; también destacar que las madres tienen una visión más light de sí mismas que la que realmente tienen sus hijos sobre ellas. Todo esto, parece desembocar en diferencias de género en nuestros roles de padres e hij@s, bien es sabido que esto es un aprendizaje cultural y social arraigado y ancestral, que poco a poco debemos ir superando, porque una de las fuentes de conflicto y posterior complicación es que los padres (varones) no se involucran tanto en la educación (por falta de tiempo), y cuando lo hacen utilizan estrategias más directivas y dominantes, lo que tiene como consecuencia una menor comunicación. Todo ello también afecta a la madre, por sentirse un poco sola en esta labor y, entonces comienzan los sentimientos de impotencia, desesperación y hartazgo, dando lugar a patrones comunicativos y educativos poco adecuados. Es por ello, importante involucrar a ambos en este proceso educativo y que ambos sean conscientes de la responsabilidad que tienen y trabajar conjuntamente, creando un equipo con las mismas normas y bases, es decir coherencia en el patrón educativo de los padres.
Todo esto, junto con la falta de tiempo de los padres e incluso su sensación de incapacidad, hace que en algunos casos deleguen la responsabilidad de su tarea educativa en agentes externos (profesores, abuelos, educadores, etc), sí que es cierto que debe haber una colaboración entre los padres y escuela para la transmisión de valores a nivel preventivo. Aquí es donde entraría la Formación y Escuela de Padres y Madres, donde se les orienta sobre las características evolutivas de los hij@s que facilite adecuar a las mismas las expectativas parentales y las normas de convivencia más necesarias en la adolescencia, unas nociones básicas sobre el desarrollo cognitivo de las diferentes etapas evolutivas de los hij@s, ya que también una de las fuentes de conflicto son las expectativas de los padres sobre los resultados y respuestas de sus hijos a sus peticiones y exigencias no cumplidas. Considero que con este conocimiento sabrían en qué momento pueden solicitarles que tipo de responsabilidades, darles mayor autonomía según su edad y, también tener más conocimiento de las reacciones de sus hij@s. Igualmente, conocer los estilos educativos y su influencia en la educación en valores, hacerles conscientes, que aprenden por observación e imitación y que son el reflejo de sus padres, por tanto, también viene bien ayudarles en habilidades sociales, cognitivas, de comunicación, negociación, relajación, autorregulación emocional, ser flexibles, empáticos, asertivos, pacientes, tolerar la frustración, fomentar la autoestima, habilidades para establecer límites y regulación del comportamiento de los hij@s. Otro debate, sería que algunos progenitores sienten vergüenza o su orgullo le impide, pedir ayudar en estos casos.
Otro punto a destacar en la base de estos conflictos, es la autonomía, es decir, la capacidad de los padres de dar a sus hij@s las herramientas necesarias para responsabilizarse de sus actuaciones con sus respectivas consecuencias, dependiendo de la edad. Aquí nos encontramos con una lucha constante ya que los hij@s piden más autonomía y algunos padres con cierto estilo parental rígido y/o sobreprotector limitan este factor necesario para el buen desarrollo personal.
Como he mencionado anteriormente, la mayoría de las familias creen que saben solucionar sus conflictos en esta etapa y que el tipo y la frecuencia de conflictos son los normales, no obstante considero que esta práctica de prevención me parece necesaria (obviamente no obligatoria) para poner freno a la posible radicalización futura (maltrato filial-paterno), ya que todo lo comentado anteriormente (junto con otras múltiples variables) si no es corregido a tiempo puede convertirse en la base de un problema mayor.
Entonces, es cuando nos encontramos a padres que se sienten culpables e incluso que la mayoría de la sociedad los culpabiliza por no poder controlar a sus hij@s ni ponerles límites. Es cierto que la educación de los hij@s es responsabilidad de los padres, pero este sentimiento de culpa solamente obstaculiza y dificulta la búsqueda de soluciones, hay que hacerles conscientes que son responsables pero no culpables. Cuando nos encontramos con estas situaciones más complejas, en las que los hij@s han aprendido a utilizar, ya no solo la indisciplina sino la agresividad como estrategia para conseguir sus objetivos, nos encontramos como consecuencia un rechazo social, lo que significa un bajo nivel de socialización (por eso la importancia de la familia como función socializadora), los padres también los perciben como desobedientes y desafiantes, prueban sus fuerzas y los progenitores terminan agotados y desesperados. Todo eso conlleva efectos, un mal clima familiar (entre pareja, hermanos, abuelos, etc). Otra de las causas comunes en este tipo de conflicto es la falta de disciplina, por un lado es un rasgo característico de la adolescencia, donde se está abierto a otras formas de pensamiento, personas, ocio, etc que pueden chocar con el modelo hasta ahora desarrollado en su familia, generando así situaciones de desconcierto en los padres, a la vez que los adolescentes reclaman más relaciones simétricas con sus padres; la mayoría son resueltas satisfactoriamente mediante la empatía, comprensión y negociación, pero en otras ocasiones en las que no se toman medidas a tiempo o las que se toman no funcionan y no saben cuáles son las correctas en su caso, pueden conllevar a conductas agresivas e incluso violentas (normalmente tienen lugar en familias con un patrón poco flexible y adaptativo). Desde mi opinión, la violencia va acarreada de agresividad y ésta a su vez de una disciplina mal encauzada, pero no considero que exista un continuo obligatorio entre indisciplina-agresividad-violencia.
Por tanto, hemos visto que una de las causas en la radicalización de los conflictos puede que sea el nuevo modelo paternal existente caracterizado por la permisividad, falta de límites y normas, donde los roles familiares no están bien definidos, unidos a otras variables como el temperamento del menor, falta de habilidades parentales, estilos educativos donde diversos estudios reflejan que el autoritario, poco flexible, no dialogador, impositivo es el más proclive a situaciones conflictivas y, por otro lado el excesivamente permisivo y sobreprotector que elude el afrontamiento de conflictos, (aunque no significa que no estén presentes y existan). Y hablando de modelos parentales no olvidar que la dinámica familiar es aprendida y repetida, es decir, la conducta de agresividad de los hijos hacia los padres en gran medida también puede ser debida a un modelo agresivo vivido por alguno de sus progenitores. Algunos artículos apuntan que este es un factor de riesgo para dicha conducta.
Centrándonos en la temática del maltrato y/o acoso filio-parental, es preocupante el aumento de denuncias y peticiones de ayuda por parte de los padres para poder arreglar esta situación. Si bien, el perfil familiar es amplio, es decir, no hay un modelo estructural de familia que sea más proclive a encontrarse en este término, si es cierto que la mayoría de las agresiones son dirigidas hacia las madres, ya sea por ser la persona con la que más contacto tienen, por considerarlas más débiles, por pertenecer a familias monoparentales (como efecto de la separación o divorcio traumático y conflictivo), sea como comportamiento aprendido de violencia intrafamiliar. Igualmente, destacar que la mayor parte de los que ejercen dicha violencia son los chicos aunque las chicas también muestran conductas agresivas, la violencia es más característica de los varones; el perfil de este adolescente está caracterizado por falta de autoestima (por eso la importancia de orientar a los padres sobre el fomento de ésta), por carecer de estrategias de afrontamiento a la frustración (falta de límites y normas) y por último falta de autonomía (responsabilidad y capacitación en sus tareas). Por otro lado, se observa que el maltrato es tanto psicológico como físico. Brevemente mencionar que estos adolescentes pueden conllevar asociados otros trastornos como disocial o TDAH entre otros y consumo de sustancias tóxicas.
Por último, hago referencia a la Mediación Intergeneracional donde según los datos consultados, parece que está dando buenos resultados en aquellas comunidades donde se está aplicando, es cierto que es algo novedoso en nuestro país, que se está implantando poco a poco, pero es indiscutible la preferencia que está tomando está opción frente a la de llegar a juicio y enfrenar padres a hijos. Cuando a las familias se les plantea la existencia de esta estrategia, por la mayoría es aceptada debido a todos los beneficios que les conlleva, ya que se les da la oportunidad de aprender a escucharse, respetarse, empatizar, colaborar, cooperar, responsabilizarse y en definitivamente se dan cuenta de que pueden ser capaces de tomar las riendas. Lógicamente depende del nivel de gravedad y trastornos asociados, pero aún así, considero que puede ser complementaria a otros tratamientos paralelos según la particularidad de los casos. Porque otra cuestión a destacar es que algunos expertos desaconsejan el internamiento en estas circunstancias porque las consecuencias suelen ser peores por sentimiento de abandono, efecto contrario de mayor rebeldía, etc. (Repito, todo depende de los casos y de la gravedad).
Lo que si he sacado en conclusión es que, por regla general, esta conducta del adolescente suele ser un síntoma de un mal funcionamiento familiar por equis variables; por tanto, dicha acción debe ser a nivel familiar, entendiéndola como contexto sistémico donde tiene lugar y, sin duda alguna la Mediación Intergeneracional es una buena herramienta para hacer frente a esta problemática, considerándola a ésta no solo como estrategia de intervención sino también de prevención. Porque aunque cierto es, que solo se derivan casos desde los juzgados o servicios sociales, la sociedad tiene que ser consciente de que este procedimiento existe y está a su disposición antes de dar lugar a situaciones más desagradables y complejas. Por consiguiente, es necesario fomentar y favorecer esta nueva alternativa llamada Mediación, pero no solo ejercida a nivel público donde los entes competentes deriven a los implicados inmersos en situaciones graves (aunque es un buen comienzo), sino que también se podrían fomentar a nivel privado, como ocurre con los gabinetes psicológicos o de abogados; es decir, dar a conocer a la sociedad las consecuencias de esta problemática y está alternativa de solución de conflictos, donde pueden recurrir a ella antes de que se agrave el problema, así la Mediación Intergeneracional puede ser ejercida desde una perspectiva preventiva y orientadora a una más interventiva y directiva dependiendo de las particularidades de los casos. Evidentemente para poder realizar este ejercicio adecuadamente, es fundamental un metodología multidisciplinar, ya que el servicio de ayuda sería más completo, porque hay que tener en cuenta que se trabaja con menores y hay que tener una preparación adecuada para ello, tanto a nivel psicosocial como de conocimientos de derecho (en el sentido que la firma de un menor legalmente no es aceptada pero psicológicamente sí que se puede crear un acuerdo interiorizado, coherente y responsable a su efecto), igualmente una sensibilidad especial a la hora de comunicarse con los padres sobre su responsabilidad ya que es un tema muy delicado y ciertas personas puede sentirse ofendidas, ser conscientes del sufrimiento de todos los implicados, etc.
Fuentes:
- Martínez Gónzales, Mª de Codés., Quintal Díaz, José., Renieblas Alconchel, Ángeles., Riopérez Losada, Nuria. (2005). Aprendo a solucionar conflictos. Estrategias, técnicas y programas. Madrid: Sanz y Torres, S.L
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- Por qué y con qué intención lo hizo? Atribuciones de los padres y adolescentes en los conflictos familiares.María Josefa Rodrigo López, María Luisa Máiquez Chaves, Iván Padrón González y Marta García Ruiz. Universidad de La Laguna. Psicothema 2009. Vol. 21, nº 2, pp. 268-273 ISSN 0214 – 9915 CODEN PSOTEG. http://www.psicothema.com
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- Conflictos entre padres y conducta agresiva y delictiva en los hijos.Mª José Justicia Galiano1 y José Cantón Duarte2. 1 Universidad de Jaén y 2 Universidad de Granada.Psicothema 2011. Vol. 23, nº 1, pp. 20-25 ISSN 0214 – 9915 CODEN PSOTEG. http://www.psicothema.com